Eran las cinco de la mañana, esa misma noche, y yo seguía sin poder dormir. El calor empezaba a sentirse intenso bajo las sabanas y yo sabía que no era sólo por la incipiente llegada del verano. Algo empezaba a despertar en mí, algo se estaba removiendo por fin en mis entrañas. La sensación impotente de querer sentir, de querer vivir, de querer escribir y no poder transmitir nada al papel, comenzaban a abrir paso a una rebeldía. A una rebeldía escondida desde hace tiempo, atemorizada por mis vagas decisiones de mantenerme al margen de todo control sobre mis acciones, amedrentada por mi dejadez, por el rumbo perdido de mis pensamientos.
Acababa de ver “V de Vendetta”, lo cual también propició para que mis sentidos comenzaran a desentumecerse. Hice una selección de canciones y la activé en modo aleatorio. No quería estar al corriente de la canción que iba a sonar tras la última escuchada. Eran unas cuantas canciones perfectamente seleccionadas para ese momento. Sabía perfectamente lo que estaba a punto de suceder:

Una de las canciones me trajo extraños recuerdos y sensaciones de, exactamente, un año atrás. Pero, a su vez, la letra me trasmitía emociones muy cercanas al presente. Decidí levantarme. Fui a oscuras hasta la cocina, bebí un vaso de agua y regresé de nuevo al dormitorio. Allí me esperaban las vistas a una ciudad dormida, con sus luces mirándome incluso al otro lado del agua del mar y su silencio colosal. Antes de salir a la terraza, cogí el desgastado jersey que tenía a mano para evitar el frescor que se anticipaba a la cercana madrugada y para no perder el calor rabioso que empezaba a apoderarse de mis extremidades. Encendí un cigarrillo y justo entonces, como un presentimiento me había señalado instantes atrás, comenzó a sonar un tema inesperadamente mágico, ese tema que dice “Mira a las estrellas, mira como brillan para ti”…y así lo hice. Miré a las estrellas, escondidas entre las nubes, que todavía surcaban el cielo. Era tal la quietud que, a pesar de la música de fondo, mientras le daba otra calada a mi cigarrillo, pude escuchar el sonido del fino papel envolvente consumiéndose en la oscuridad, retorciéndose en forma de ceniza, ardiendo igual que yo lo estaba haciendo.